Durante las últimas décadas la necesidad de contar con ciudadanos y trabajadores más autónomos, eficientes, familiarizados con la tecnología; creativos y productivos, pone en los centros educativos una serie de tareas nuevas y complejas que tendrán que organizar y realizar los docentes. El problema es que la mayoría de los docentes no fueron formados para estas tareas y por lo tanto no varía cualitativamente lo que ocurre dentro del aula. Los intentos por resolver esta situación se han orientado a intervenir en distintas variables relacionadas con la efectividad de la escuela: fondos para proyectos de mejoramiento, perfeccionamiento de infraestructura, entrega de materiales didácticos, ampliación de bibliotecas, implementación de salas de Informática, recursos audiovisuales y, por supuesto, formación de docentes pero, no obstante, los resultados no satisfacen aún las expectativas
Antes la escuela y más específicamente los docentes eran la fuente de la información, ahora ésta, está al alcance de una mayoría a través de diversos soportes incluyendo el más apreciado por nuestros alumnos, el virtual. El docente comunicaba el saber mejor o peor dependiendo de sus estrategias metodológicas, sus conocimientos y sus condiciones personales, entre otras.
Actualmente nos tenemos que preguntar que debemos aportar, qué debe proporcionar el centro educativo, qué es lo que no se puede obtener de otro lado, por ejemplo de Internet que es una red de redes que proporciona abundante, variada y actualizada información a la que acceden fácilmente nuestros alumnos. Por lo tanto debe cambiar la misión de la escuela y el rol de los docentes. Hay que convencer a los padres y al resto de los docentes que ya no somos simplemente trasmisores de conocimientos o sea hay que generar el cambio en la institución, en el cuerpo docente y en la comunidad , estos cambios se generan y fortalecen en el trabajo en equipo, pero la formación de colectivos docentes es complicado porque muchas veces cuidan su propia “chacra” o se dejan llevar por nuevas teorías que se implantan como una moda; teorías sobre las que no se hizo ninguna reflexión ni aplicación en centros educativos testigos para después evaluarlas, antes de aplicarlas en gran escala. También sucede que esas “modas” se aplican por ejemplo en Educación Primaria y luego cuando llegan los alumnos a Educación Media ya han mostrado sus inconvenientes, con el consiguiente perjuicio para los alumnos (Ej. la etapa en que los maestros permitían escribir a los alumnos, todo en imprenta mayúscula, cuando llegaban a Educación Media los profesores no lograban leer los escritos porque no había enlaces, no había diferenciación de tamaños, etc.)
Los docentes tratamos de conocer mejor los aspectos subjetivos que se ponen en juego en la actividad de aula: comunicación, motivación, relaciones interpersonales, y teorías implícitas que subyacen en ellos, para comprender mejor a los alumnos y mejorar las propuestas, es así que se está plenamente de acuerdo con A. Rosa en que “el profesor, antes de programar su planteo de la actividad y presentar las tareas, debería tener una teoría de la tarea, una teoría del alumno y una teoría de la interacción entre el alumno y la tarea”( ROSA, A: Posgrado en Constructivismo y Educación. Buenos Aires, FLACSO Argentina y UAM. 2004, p. 17).
P. MEIRIEU presenta dos modelos de formación de los docentes uno en la década del ochenta y otro en la del noventa. El primero está dirigido a pensar la formación inicial de los docentes .El segundo difiere radicalmente del anterior y es el modelo de formación profesional que se presenta como respuesta a una dinámica social e institucional cuyas prácticas expresan disfunciones y contradicciones. Este modelo está orientado a pensar la práctica profesional del profesor. Meirieu nos da pistas para repensar el rol del profesor, su compromiso y su actividad. Ser profesor es tomarse el tiempo para pensar los aprendizajes , aprender a ver y leer lo más exquisito de la memoria pedagógica pero también leer los indicios de la resistencia. Ser docente es cuestión de conciencia y de vocación
En el docente muchas de sus ideas sobre lo qué es enseñar, qué enseñar y cómo hacerlo, están modeladas por una serie de factores externos que impactan en su constitución o modificación. Entre ellos:
* Los modelos y creencias que transmiten –implícitamente o no- directores y colegas.
* La sociedad que, pese a no presionar explícitamente para actuar de tal o cual manera, condiciona fuertemente las prácticas educativas.
* Las ideas intuitivas: el sentido común de los docentes está impregnado de construcciones que datan a veces de épocas y contextos distintos a los actuales (son difíciles de modificar).
* El impacto producido por los procesos desarrollados durante su período de formación de grado y de perfeccionamiento
El compromiso del docente en la acción didáctica no sólo depende del pensamiento racional, sino también de reacciones regidas por experiencias de carácter personal. Su conocimiento está constituido por una trama de creencias, valores, ideas, principios, reglas de actuación, etc., que utiliza para justificar su actuación profesional. Se insertarían en lo que A. Rosa llama “artefactos de la imaginación, entre los que cuentan las teorías y creencias complejas, [que] pueden llegar a teñir nuestra manera de ver el mundo real, proporcionando una herramienta para cambiar la praxis actual” .
Con respecto a la práctica profesional en general, y a la práctica docente en particular, Marrero supone que “los profesores afrontan la complejidad de la enseñanza interpretándola y reconstruyéndola [...] sintetizan un conjunto de experiencias cargadas de conocimientos relativos a episodios o escenarios de interacción docente-discente de los que una parte –a veces amplia, otras insignificante –pasa a formar parte del conjunto de creencias, constructos, conocimiento personal, teorías implícitas, esto es, de aquel conocimiento que es asumido e integrado como propio y auto atribuido [...] empleado para interpretar el mundo” cit. En Rodrigo, 1993, p. 256) .
El docente y los alumnos aportan cada uno, a la situación de enseñanza y aprendizaje, un conjunto de conocimientos, destrezas, experiencias, expectativas, valores, etc., que utilizan como marco de referencia para interpretarla y actuar de acuerdo con esta interpretación. Son los marcos personales de referencia, a partir de los cuales los participantes pueden llegar a atribuir un significado compartido a sus actuaciones y verbalizaciones respectivas, al contenido de aprendizaje a los derechos y obligaciones de cada cual y a los objetivos que se persiguen con la actividad.